Confieso que soy más feliz sin ver la tele ni leer las noticias, pero hoy no he podido evitar quedar atrapado en la polémica sobre si Rubiales debe dimitir o no. De todas maneras, me viene de perlas para plantear la pregunta del título de hoy.

A mi me enseñaron que un valor es la brújula moral que guía la toma de decisiones. Los valores en la empresa establecen el estándar ético que rige su cultura y que se manifiesta en su quehacer diario. Definen cómo nos comportamos, trabajamos y cómo nos relacionamos con clientes, empleados, socios, proveedores y la sociedad en general. Los más conocidos son integridad, rentabilidad, innovación, excelencia en calidad, trabajo en equipo, diversidad, respeto, sostenibilidad, satisfacción del cliente, transparencia; hay muchos ejemplos… pero,

¿se pueden tomar buenas decisiones sin considerar los valores?

Sí, claro que se puede en teoría, pero ¿podemos asumir el impacto en la empresa?

¿A ti qué te parece? Decidir sin contar con tus valores es como entrar a comer en un restaurante y decir que tienes hambre sin saber lo que te apetece. ¡Peligro! Sin dirección, nos perdemos en seguida y no estamos ni para equivocarnos ni para perder el tiempo tontamente.

Para todo en la vida necesitamos un sistema y en la «toma de decisiones», ese sistema se fundamenta en los valores. Si el objetivo final de una empresa es sobrevivir a largo plazo, la cultura debería proteger ese objetivo estratégico y siempre se construye sobre valores.

Entonces, si mis decisiones reflejan lo que considero importante,  ¿vale todo por conseguir un resultado? Falsificar un balance, ocultar al consejo información relevante, despedir gente de hoy para mañana para ahorrar dinero, engañar a clientes con ofertas falsas para vender más, no preocuparse por la seguridad al lanzar precipitadamente un producto, tirar basura contaminada y peligrosa en lugares no permitidos para ahorrar dinero, copiar ideas de otros sin pedir permiso,…

A Groucho Marx se le atribuye la frase «Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros», donde juega con la idea de flexibilidad según la situación. Vamos que los principios pueden cambiar según lo que le convenga en ese momento, lo que añade un toque de ironía y sarcasmo a su manera de ver las cosas. Eso tampoco vale. Cuando aplicamos la filosofía de «todo vale», anteponemos siempre intereses personales a los de la empresa. Pero cuidado, ganarse la confianza de los demás lleva tiempo y esfuerzo. No es algo que se pueda improvisar. ¿Prefieres una empresa que tenga éxito momentáneo pero con su integridad cuestionada, o una que crezca sólidamente, siguiendo sus valores y generando confianza? Tú decides y como en cualquier decisión, el tiempo siempre revela cuál fue la correcta.

Ah, se me olvidaba, ¡felicidades a las campeonas del mundo de fútbol!

 

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